Vivimos con prisa. El trabajo, las notificaciones constantes, las responsabilidades del día a día… todo suma. Y aunque a veces creemos que el estrés solo afecta a nuestra mente, la realidad es que el cuerpo habla antes que las palabras.
¿Notas dolor cervical constante? ¿Mandíbula apretada al despertar? ¿Un nudo persistente en el estómago? ¿Respiras de forma superficial sin darte cuenta?
Puede que no se trate solo de una mala postura: muchas veces, lo que sentimos es estrés acumulado que se manifiesta físicamente.
El estrés activa el sistema nervioso simpático (el que prepara al cuerpo para huir o luchar), y si se mantiene activo durante mucho tiempo, provoca una serie de síntomas físicos muy comunes:
Tensión muscular crónica, especialmente en cuello, hombros y espalda.
Bruxismo, es decir, apretar o rechinar los dientes involuntariamente.
Respiración superficial, lo que reduce la oxigenación y genera más fatiga.
Dolores de cabeza tensionales, vinculados a contracturas en la zona cervical.
Fatiga física y mental, por sobrecarga del sistema nervioso.
Trastornos del sueño, insomnio o sueño no reparador.
Desde la fisioterapia, no tratamos el “estrés” como concepto emocional, pero sí sus consecuencias físicas reales, que muchas veces impiden descansar, concentrarse o rendir bien en el día a día.
La fisioterapia es una herramienta terapéutica muy eficaz para romper el círculo tensión–dolor–estrés, y lo hace desde distintas estrategias complementarias:
Liberación de tensiones musculares profundas mediante técnicas como masaje, puntos gatillo o estiramientos específicos.
Ayudan a activar el sistema parasimpático, que favorece la relajación y el descanso. Respirar bien es clave para calmar cuerpo y mente.
Fundamental para personas cuyo estrés se relaciona con el trabajo o el estilo de vida sedentario. Una postura funcional evita sobrecargas físicas.
Sesiones centradas en movimiento consciente, control corporal y respiración para reconectar con el cuerpo y soltar tensión.
La actividad física adecuada mejora el estado de ánimo, reduce el cortisol (hormona del estrés) y disminuye el dolor muscular asociado al estrés.
Muchos pacientes llegan a consulta con una queja común: contracturas que no se van nunca, incluso sin haber hecho sobreesfuerzos. Tras valorar su rutina diaria, es frecuente encontrar un patrón: jornadas largas frente al ordenador, poco descanso, respiración rápida o entrecortada, y carga emocional acumulada.
Después de unas sesiones de fisioterapia combinadas con respiración guiada, movilidad suave y estiramientos personalizados, los síntomas disminuyen notablemente. La clave: no solo tratar el músculo, sino acompañar el proceso de autocuidado.
Pequeños hábitos pueden marcar una gran diferencia. Aquí te dejo algunos ejercicios sencillos que puedes incorporar a tu rutina diaria:
🔹 Estiramientos de cuello y trapecios: para liberar la tensión acumulada tras muchas horas sentado.
🔹 Movilidad suave de columna torácica y lumbar: en forma de giros controlados o balanceos.
🔹 Respiración diafragmática o cuadrada: ideal para antes de dormir o al comenzar el día.
🔹 Automasaje con pelota o foam roller: para zonas doloridas como espalda o glúteos.
Si pasas muchas horas sentado o en una misma postura, realizar descansos activos cada 45–60 minutos puede ayudarte a prevenir la sobrecarga muscular y reducir la tensión relacionada con el estrés. Basta con levantarte, moverte un par de minutos, estirarte, caminar o hacer respiraciones profundas. Estos microdescansos ayudan a mejorar la circulación, oxigenar el cuerpo y despejar la mente, evitando que la tensión se acumule sin que te des cuenta.
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